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Introducción

Imagina que todos los días tienes que interpretar un papel en una obra de teatro que nunca termina. El guion cambia según quién esté mirando, y aunque a veces sientas que es agotador, sigues en escena porque temes lo que pasaría si dejaras de actuar.

Para muchas personas con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), Trastorno Narcisista de la Personalidad (TNP) o Trastorno del Espectro Autista (TEA) esta sensación no es una metáfora, sino una realidad diaria. Construir y sostener una identidad puede ser un esfuerzo monumental, especialmente cuando esa identidad depende en gran medida de la validación externa.

Pero, ¿qué pasa cuando esta lucha constante por definirse se vuelve demasiado pesada? ¿Puede el agotamiento de sostener una imagen rígida de uno mismo ser parte del problema?

Hoy exploraremos la fatiga identitaria, el costo cognitivo de mantener una personalidad fija y si la terapia debería enfocarse en flexibilizar la identidad en lugar de reforzarla.

 

La identidad como un esfuerzo constante

Desde pequeños nos enseñan a responder preguntas como «¿quién eres?» con frases simples: «Soy María, soy profesora, soy alguien alegre». Pero para algunas personas, esta definición de sí mismos no es algo estable, sino una construcción en constante ajuste, moldeada por las expectativas externas.

Para alguien con TLP, la identidad puede ser un rompecabezas con piezas que no encajan del todo. En un momento pueden sentirse seguros de quiénes son, y al siguiente, una pequeña interacción puede hacer que todo se desmorone. En el caso del TNP, la identidad suele estar firmemente construida en torno a la imagen que proyectan hacia los demás, lo que los obliga a un esfuerzo constante por mantener esa fachada. En el TEA, la identidad muchas veces se desarrolla a través del enmascaramiento, es decir, copiando patrones de conducta social para ofrecer otra apariencia. Desde la infancia, muchas personas autistas aprenden a moldear su forma de hablar, sus gestos o sus intereses para evitar ser excluidas. Pero este proceso de adaptación constante puede hacer que, con el tiempo, se sientan desconectadas de su verdadero yo, sin saber si su identidad es genuina o solo una acumulación de estrategias para encajar.

Para estas personas, la identidad no es solo «quién soy», sino «quién necesito ser en cada situación para ser aceptado», y ese esfuerzo, a largo plazo, puede resultar agotador.

 

El costo de mantener una identidad fija

Sostener una imagen estable de uno mismo no es un proceso automático; requiere una cantidad enorme de energía cognitiva y emocional. Este desgaste puede generar lo que llamamos fatiga identitaria, un estado de agotamiento mental provocado por el esfuerzo de mantener una personalidad coherente y validada por los demás.

Masking en el autismo de alto funcionamiento: otro tipo de fatiga identitaria

El enmascaramiento o masking es un fenómeno común en personas con autismo de alto funcionamiento, especialmente en aquellas que han aprendido a camuflar sus características para adaptarse a entornos neurotípicos. A diferencia de los casos de TLP o TNP, donde la identidad se ajusta en función de la validación externa, en el autismo el masking suele ser una estrategia de supervivencia para evitar el rechazo social. Forzar contacto visual, imitar tonos de voz, aprender respuestas «correctas» a interacciones sociales o suprimir movimientos repetitivos son algunas de las tácticas utilizadas. Pero este esfuerzo constante por «parecer neurotípico» puede llevar a un agotamiento mental y emocional extremo, derivando en lo que se conoce como burnout autista. En estos casos, aprender a reducir el masking en espacios seguros y aceptar la propia identidad sin forzar una adaptación constante puede ser clave para aliviar la fatiga identitaria.

 

¿Cómo se manifiesta esta fatiga?

  1. Cambios abruptos en la identidad

    • En el TLP, la persona puede sentir que su identidad cambia según el entorno. Con algunos amigos es extrovertida, en casa es reservada, en el trabajo es alguien perfeccionista. Pero en realidad, no sabe cuál de todas esas versiones es la «real».
    • En el TNP, la persona puede sostener una imagen de éxito y seguridad, pero en privado sentir un profundo vacío y agotamiento.
    • En el TEA, el masking puede hacer que la persona se esfuerce tanto por parecer «neurotípica» que, al final del día, sienta que ha estado interpretando un papel y no sabe realmente cómo expresarse sin ese filtro social.
  2. Hipervigilancia social

    • La validación externa es clave en estos trastornos. La persona está constantemente analizando cómo es percibida y ajustando su comportamiento en consecuencia.
  3. Agotamiento emocional

    • Mantener una identidad rígida requiere suprimir emociones que no encajan con esa imagen. Por ejemplo, alguien con TNP puede evitar mostrar vulnerabilidad, lo que con el tiempo genera una desconexión emocional profunda.
  4. Crisis de identidad

    • Cuando la persona se enfrenta a una situación en la que no recibe la validación esperada, puede experimentar una crisis intensa, sintiendo que «no es nadie» sin la aprobación de los demás.

 

¿Y si el problema no es la identidad, sino su rigidez?

La terapia tradicional a menudo intenta ayudar a las personas a fortalecer su identidad, pero ¿y si el enfoque más útil no es hacerla más sólida, sino más flexible?

Aceptar que la identidad no es una única versión fija

  • En lugar de buscar una respuesta definitiva a «¿quién soy?», podemos explorar la idea de que la identidad es un conjunto de experiencias en evolución.
  • Aprender a convivir con la incertidumbre sobre quiénes somos puede ser más liberador que intentar definirlo de manera absoluta.

Reducir la necesidad de validación externa

  • En terapia, una estrategia clave es trabajar en la autovalidación. No necesitamos que el mundo confirme quiénes somos para poder existir con seguridad.

Explorar la autenticidad sin miedo al rechazo

  • A veces, el esfuerzo por mantener una imagen nos impide conectar genuinamente con los demás. La terapia puede ayudar a construir una identidad más alineada con las emociones reales de la persona, en lugar de una diseñada para agradar a los demás.

La paradoja de soltar el control

Muchas personas con TLP, TNP o TEA sienten que si dejan de controlar su imagen, todo se desmoronará. Pero la paradoja es que soltar ese control puede ser justamente lo que les permita encontrar una identidad más auténtica y menos agotadora.

Al final, la verdadera identidad no es la que se esfuerza por mantenerse inquebrantable, sino la que puede adaptarse sin perder su esencia.

 

Reflexión final: ¿quién eres cuando nadie te está mirando?

Si no tuvieras que demostrarle nada a nadie, ¿quién serías?

Esa pregunta puede ser incómoda, pero también puede abrir la puerta a una versión más libre de ti mismo. Tal vez no necesitemos una identidad perfecta y definida, sino una que nos permita respirar sin el peso de la constante autoevaluación.

 

Espero que este artículo te haya hecho reflexionar sobre la fatiga identitaria y cómo podríamos abordar la identidad de una manera más flexible. Si te ha gustado, ¡compártelo para que más personas puedan explorar este tema con una nueva mirada! Y recuerda: Sabemos Ayudarte.

 

Enrique de Castro

Psicólogo y Logopeda