Ir al contenido principal

El otro día hablaba con un paciente que lleva ya un tiempo en terapia, y entre lágrimas me decía: “Es que llevo toda la vida esforzándome por complacer a los demás, pero en el fondo soy un egoísta porque mi familia me lo sigue diciendo. Tienen razón.”

Ese mismo día estuve tomando un café con una amiga que ha empezado a ir a terapia hace poco y me contaba: “Mi psicólogo dice que tengo depresión, y es que ha acertado en todo lo que me ha dicho.”

Qué curioso el poder que le otorgamos a las palabras, como si decir o pensar algo lo convirtiese en realidad, cuando es al revés: la etiqueta, en caso de venir, viene después de las acciones, de lo tangible. Las etiquetas en salud mental no son más que construcciones humanas, no algo que exista como tal. No es algo que podamos tener o no tener, como un constipado o un lunar.

Cuando hablo con pacientes, amigos y personas que en general están pasando por un momento de malestar psicológico, siempre intento transmitirles el mensaje de que somos lo que hacemos y no al revés. No somos egoístas y por eso nos comportamos como tal, porque eso significaría que tenemos “algo” dentro que nos hace ser así y por tanto no podemos cambiarlo.

Al igual que no “tenemos” depresión y por eso estamos tristes. Al contrario, hay gente que deja de salir de casa, de relacionarse y de poder disfrutar debido a numerosas circunstancias que le han llevado hasta ahí, y a eso lo hemos llamado “depresión”. Pero nunca una etiqueta va a ser la causa de nuestro comportamiento, y no solo porque teóricamente sea un error, sino porque sería tremendamente inmovilizante y doloroso cargar con una creencia tan dura.

También sé que cuando un hijo o alguien cercano con determinados síntomas está sufriendo, es un alivio que alguien nos diga que tiene un nombre, que esos síntomas se han clasificado de una forma porque le ha ocurrido a más personas. Y que gracias a eso se sabe cuáles son las mejores terapias y ayudas para que esa persona recupere su bienestar.

Así que os invito a reflexionar antes de colgar una etiqueta a alguien, y a que pensemos si con ello estamos colgando un lastre a alguien o, por el contrario, le estamos ayudando a salir a flote.

 

Inés Babío

Psicóloga y Logopeda

Inés Babío

Psicóloga y Logopeda

Deja una respuesta