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Por Inés Babío
Logopeda y Psicóloga


¿Y si hablar no fuera solo decir palabras, sino sentirlas en el cuerpo?

Todos nos hemos sorprendido alguna vez al escucharnos en una grabación. ¿Esa es mi voz?
Pero para algunas personas, sobre todo aquellas con diferencias sensoriales, esa incomodidad no es ocasional: es cotidiana.
El acto de hablar no solo exige encontrar las palabras correctas, sino también soportar —o sobrevivir— a cómo suena y se siente esa voz desde dentro.


Cuando tu propia voz suena como ajena

Imagina que cada vez que hablas, el sonido de tu voz te parece molesto, agresivo o simplemente desconectado de ti.
Esto no tiene que ver con timidez o falta de seguridad, sino con cómo el cerebro interpreta las señales sensoriales que produce el habla.

Para muchas personas neurodivergentes, la percepción de su propia voz puede estar alterada.
Puede sentirse demasiado fuerte, vibrante, aguda o, al contrario, tan amortiguada que resulta lejana.

Y cuando eso ocurre, hablar deja de ser una herramienta de expresión y se convierte en un estímulo invasivo.

Cuando una persona no se siente cómoda con su propia voz, lo primero que necesita no es corrección, sino comprensión. En este sentido, ‘La importancia de la empatía’ es una lectura imprescindible para quienes acompañamos procesos comunicativos desde la sensibilidad y el respeto.


La logopedia tradicional: ¿nos quedamos cortos?

En terapia del habla solemos centrarnos en la articulación, la entonación, la claridad…
Pero, ¿qué pasa cuando la barrera no está en pronunciar bien, sino en tolerar o integrar la propia voz?

Quizá la pregunta que deberíamos hacernos no es solo ¿cómo se dice esto?, sino también:
👉 ¿cómo se siente decirlo?
👉 ¿puedes reconocerte en el sonido de tu voz?


Hablar también es una experiencia corporal

El habla no es solo aire que vibra. Es músculo, es vibración, es resonancia.
Y hay personas para quienes esa experiencia física del lenguaje es tan intensa o tan incómoda, que terminan evitando comunicarse en voz alta.

Esto conecta con lo que planteaba Sara Villafranca en su reflexión sobre no poder con todo: no siempre es cuestión de voluntad, sino de carga sensorial y emocional acumulada.


Nuevas estrategias: integrar, no solo corregir

La buena noticia es que hay técnicas que ayudan a hacer que la voz sea más “habitable”:

🔹 Vibración ósea
Usar transmisores que envían el sonido a través de los huesos del cráneo, en lugar del aire. Esto puede facilitar que la persona reconozca su voz como algo propio, estable y predecible.

🔹 Retroalimentación en tiempo real
Micrófonos conectados a auriculares que permiten escuchar la propia voz mientras se habla, pero ajustando tono, volumen o filtros. Esto da control y seguridad sobre una experiencia que antes podía parecer invasiva.

🔹 Trabajo sensorial integrado en logopedia
No se trata solo de hablar, sino de tolerar el sonido, sentirlo en el cuerpo, y aprender a aceptarlo. La voz no se impone: se acompaña.


Una nueva mirada terapéutica

Quizá es hora de ampliar lo que entendemos por “mejorar el habla”.
No solo enseñar a pronunciar, sino ayudar a que cada persona pueda habitar su voz con comodidad, confianza y placer.
Porque hablar no debería doler. Y comunicar no debería desconectarnos de nuestro cuerpo.


Conclusión: cuando la voz vuelve a ser hogar

Hablar es una de las herramientas más humanas que tenemos. Pero para muchas personas, no es tan fácil como parece.
Escucharse, reconocerse, tolerarse… son pasos fundamentales en el camino hacia una comunicación auténtica.

Si empezamos a tratar la voz no solo como sonido, sino como sensación, la logopedia se convierte en algo más humano, más completo y más respetuoso.
Porque no se trata solo de decir palabras, sino de sentir que la voz que las dice… también es tuya.

Inés Babío

Psicóloga y Logopeda