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Cuando comemos, no sólo ingerimos alimento, generamos jugos gástricos y el bolo alimenticio hace el recorrido de turno. El proceso, ahora en pleno auge del conocimiento y la investigación en Neurología e Inmunología, nos muestra que las bacterias intestinales nos ayudan con la digestión, el aporte de nutrientes y el entrenamiento de nuestro sistema inmunitario.

Si deseamos que nuestro cerebro funcione, como mínimo al 100%, debemos tener en cuenta que una alimentación saludable es imprescindible, como ya te hemos comentado en blogs anteriores. La alimentación correcta, ayuda a mantener una microbiota sana y variada.

Pero ¿qué es la microbiota?

Es todo un universo paralelo de bacterias que vive en nuestro sistema digestivo y en nuestra piel, incluido el aparato genital, la boca y sobretodo el intestino.

Somos colonizados por estas bacterias cuando aún estamos en el vientre materno y tiene su explosión vital cuando nacemos, principalmente por vía vaginal.

La microbiota evoluciona a lo largo de la vida, no tenemos la misma proporción ni composición bacteriana cuando somos pequeños, adolescentes o adultos.

Es una muestra infalible de lo que supone la simbiosis: nosotros les facilitamos el alojamiento y ella nos ayuda con la digestión de los alimentos, la protección frente a enfermedades y la absorción de nutrientes, como resumen.

Por ello, la salud integral del cuerpo, cerebro incluido, reside en mantener una microbiota sana y variada.

Estudios recientes y actuales nos muestran que la microbiota afecta al curso y, en algunos casos, al origen de diversas enfermedades neurológicas como son el Parkinson, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) o el Alzheimer.

En estas tres patologías neurológicas encontramos unos depósitos característicos de proteínas, y una mayor alteración inflamatoria del sistema nervioso.

Estas alteraciones están de base relacionadas con la alteración del microbioma intestinal como cuando se inflama en la colitis ulcerosa, o cuando hay alteraciones por exceso de grasas saturadas.

Así mismo, se ha estudiado en ratones, que la alteración de las bacterias del intestino por exceso de administración de antibióticos provoca alteraciones de origen neurológico como angustia y problemas de memoria, relacionados ambos con el Alzheimer.

Otros estudios actuales han revelado que pacientes con ELA tenían un microbioma alterado con respecto a los pacientes control, su microbioma era menor que el de los pacientes sanos.

Al igual que en el Parkinson, los pacientes con ELA experimentan síntomas y alteraciones intestinales mucho antes que aparezca la sintomatología neurológica.

Esto puede ser debido a que, cuando nuestro microbioma intestinal se altera, se produce un efecto de permeabilidad en el intestino, es decir, se filtran las proteínas y la “basura” intestinal que acaba formando depósitos tanto en el intestino como en el cerebro, ya que parece que tambien se altera la permeabilidad de la barrera hematoencefálica que es la que protege el cerebro de la entrada de sustancias tóxicas, como algunas de esas proteínas.

De acuerdo con algunos estudios, estas proteínas que se encuentran en el cerebro como depósitos y que son características y determinantes para el diagnostico del Parkinson y el Alzheimer, se encuentran con anterioridad formando estos depósitos en el intestino, incluso antes de la aparición de la enfermedad y su sintomatología, siendo la causa de los problemas digestivos que sufren más de la mitad de los pacientes que cursan con estas dos enfermedades.

Las últimas líneas de investigación confían en que un tratamiento sobre el sistema digestivo ayudaría a retrasar, o incluso parar, la aparición de las enfermedades, en concreto del Parkinson, para el que se está investigando un método terapéutico para la detección clinica precoz.

Aplica la frase : “somos lo que comemos” para desarrollar una vida plena y saludable. ¡Y no olvides el ejercicio diario!

 

Sandra Martínez

Neuropsicóloga

Sandra Martínez

Neuropsicóloga

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