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¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien que se ha confundido mientras hablaba decir: “parezco disléxico”? O pensar que la dislexia es confundir izquierda y derecha o simplemente leer despacio. Tengo la impresión de que todavía hay cierto desconocimiento y es nuestra labor romper con los mitos y el estigma que eso genera. Entonces, ¿qué es la dislexia? ¿Es una “discapacidad” (diversidad funcional)? ¿Una dificultad o sólo es una diferencia?

La dislexia es una forma diferente de procesar información en el cerebro, y eso hace que la persona presente dificultades en el aprendizaje, pero no es una diversidad funcional.

Las dificultades son desafíos que pueden superarse (con o sin ayuda, re-aprendiendo… hay muchos caminos y no son excluyentes) y las diferencias son simplemente enfoques alternativos del pensamiento. Cambiar el diálogo sobre la dislexia empieza por el uso de etiquetas que eviten un estigma adicional.

Como decía, la dislexia es un trastorno del aprendizaje de la lectura, ¡no del habla! Es más, la dislexia se incluye dentro de la clasificación DEA (Dificultad Específica de Aprendizaje), y es de carácter persistente y específico. No se debe a un déficit físico, psíquico ni sociocultural, sino que parece derivar de una alteración del neurodesarrollo.

Sabiendo esto, derrumbamos otro mito que persiste a día de hoy… La dislexia no es vaguería ni falta de voluntad, y tampoco es pereza o desgana.

Uno de los mayores desafíos a los que os enfrentáis los padres de estudiantes con dislexia es a nuestro sistema educativo, experimentando frustración, decepción e ira debido a la falta de comprensión sobre este trastorno. Con mucha frecuencia, los pequeños no cuentan con un diagnóstico adecuado, no son comprendidos o simplemente son ignorados. Lo que ocurre es que al final los niños comienzan a dudar de sí mismos y de sus habilidades; se sienten menos listos que el resto, vagos y con menos valor. Esta falta de conocimiento sobre la dislexia a menudo significa que los colegios no aportan la instrucción, intervención y adaptaciones necesarias que los estudiantes con dislexia necesitan para desarrollar al máximo sus capacidades.

Debido a la gran cantidad de teorías que trataron de explicar en su día el origen y tratamiento, hay un último mito que me gustaría intentar romper hoy en honor al Día Mundial de la Dislexia. Y es que siguen circulando por la red muchos métodos que ofrecen soluciones y aseguran “curaciones” de la dislexia con prácticas que no cuentan con respaldo por parte de la investigación científica. Las gafas de colores… son muy chulas para jugar, pero no para tratar la dislexia. Por suerte, cada vez contamos con más estudios de gran evidencia científica y sabemos que los métodos de intervención que combinan el entrenamiento en habilidades fonológicas con el conocimiento de las letras y la práctica de la lectura son los más eficaces.

Si observas en tu peque alguna característica de las que hemos mencionado, intenta no presionarle, lo mejor es contactar con un profesional especializado en Neurodesarrollo y valorar qué necesidades requiere. ¡Aprender también es saber adaptarse y abrazar las diferencias!

Inés Babío

Psicóloga y Logopeda

Inés Babío

Psicóloga y Logopeda

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