El día 4 de febrero fue el Día Internacional de la Fraternidad Humana. Es la segunda vez que se celebra esta fecha, que se proclamó por primera vez por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Nace en un contexto mundial en el que los valores humanos se ponen a prueba cada día. Y se pone de manifiesto algo que lleva mucho tiempo siendo ignorado: la desigualdad que se encuentra profundamente arraigada en nuestras sociedades. Las comunidades se encuentran divididas en líneas étnicas, religiosas y culturales; y en torno a estos elementos sigue habiendo odio que se revela en diversas formas de discriminación.
Conmemorar este día es importante no sólo para concienciar a la población de esta realidad, sino para que se sigan aunando esfuerzos para incentivar la inclusión, el respeto a la diversidad, la tolerancia y la solidaridad. Valores que son protectores ante situaciones de violencia de cualquier tipo. Son valores que, si se interiorizan y se ponen en práctica, combaten situaciones de xenofobia; discriminación de género, raza o ideología… Y no solo luchan contra ello, sino que contribuyen a que se vayan reduciendo.
Erradicar por completo este tipo de situaciones es sin duda un pensamiento utópico. Pero sí es posible hacer cambios, sobre todo si se van gestando en las sociedades. Como seres humanos debemos recordar que somos capaces de lograr grandes avances en el ámbito de la justicia y la equidad. Para lograrlo se deben establecer medidas que promuevan la educación y la acción, y aunque no dependa de nosotros como individuos, juntos somos la base de la pirámide que sustenta aquello que queremos promover.
Inés Babío Segura
Psicóloga y Logopeda