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Este bonito cuento de Shel Silverstein nos adentra en el mundo de las relaciones de pareja, en la búsqueda de una pareja que nos complete. Esta búsqueda puede ser agotadora y/o infructuosa porque ni existe la perfección ni estamos incompletos.

Ya Platón en El Banquete nos muestra las enseñanzas de Aristófanes, quien explicaba como al principio la raza humana era casi perfecta: «Todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción». Estos seres podían ser de tres clases: uno, compuesto de hombre y hombre; otro, de mujer y mujer; y un tercero, de hombre y mujer, llamado ‘andrógino’.

Cuenta Aristófanes que «los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo y combatir con los dioses». Y ante aquella osadía, Júpiter, que no quería reducir a la nada a los hombres, encontró la solución, un medio de conservar a los hombres pero disminuyendo sus fuerzas: separarlos en dos. El problema surgió después: «Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, empujadas por el deseo de entrar en su antigua unidad, con ardor tal que, abrazadas, perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra».

Pues como veis, mal empezamos. Si ya el gran Platón que era un filósofo la mar de erudito en la materia del saberlo casi todo, nos hace semejante reflexión, a ver quién es el guapo o guapa que dice lo contrario. Pues venga, yo.

El arte del amor o el arte de hacerse compañía mientras nos queremos si puede ser, se basa en la resolución óptima y casi constante de conflictos, en las negociaciones, en alguna que otra cesión y en aprender a contemplar a la pareja como a un tercer miembro con sus propias necesidades (1+1=3 de Philippe Caillé -otro que sabe latín-) y como decía aquel «te amo a pesar de tí « es la clave. Te amo a pesar de tus defectos porque sé que eres imperfecto o imperfecta, pero no lo aguanto todo porque puedo rodar solita o solito como la O Grande sin necesidad de depender de nadie. Suena fenomenal, pero no es tan fácil señoras y señores, no nos han educado para ser autónomos y autosuficientes (ahora se lleva más, pero antes nada de nada) y las personas que somos muy obedientes, hacemos caso y vamos buscando una pareja que nos complete. La Parte que Falta se termina animando (ya os he hecho spoiler, perdón) y se arranca hacia el autodescubrimiento, aunque le duele, aunque le resulta duro, pero ella se anima y lo consigue. Si te animas, lo consigues; si te resulta muy duro, nosotras te ayudamos a «redondearte».

 

Irene Candelas

Psicóloga Familiar

Irene Candelas

Psicóloga

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