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El filósofo y sociólogo francés Émile Durkheim en sus diversas obras sostuvo la idea de que la sociedad moderna se mantiene unida gracias a la solidaridad. De acuerdo con su filosofía, la solidaridad es un valor. Sin embargo, antes de eso, es una condición para el funcionamiento de las sociedades. En las sociedades primitivas la solidaridad surge de la conciencia colectiva, como seres humanos nos identificamos con un grupo social gracias a que percibimos que debe haber condiciones de igualdad y que debemos comprometernos a que eso se mantenga. Pero no se trata de confiar en que esto nazca en nosotros de manera innata, porque la solidaridad es el altruismo que aprendemos y afianzamos llevándolo a la práctica.

En la práctica, ¿cuándo se dice que una persona es solidaria? ¿Y cómo se puede educar en la solidaridad? Ocurre cuando somos capaces de concienciarnos de las necesidades de los demás y tomar la iniciativa de contribuir y colaborar por esa causa. Es un valor, un hecho moral como decía Durkheim, que debe ser enseñado y transmitido a través del ejemplo, pues de esa forma fomentamos la interiorización de los valores. Pero sobre todo, esto se mantiene porque nuestro entorno lo refuerza de manera muy positiva.

Cualquier actividad que involucre compartir, asistir o ayudar, está fomentando ponerse en el lugar del otro. Más allá de establecer normas muy rígidas o demasiado laxas acerca de lo que está bien y lo que está mal, se trata de plantear los acontecimientos desde una posición democrática, en la que hacemos ver qué nos gustaría para nosotros mismos y, por tanto, para los demás. Esto sería lo contrario a alimentar las justificaciones que nos hacen ser permisivos con nosotros mismos y estrictos con los demás.  Siempre es importante dejar un espacio para la comunicación y la expresión libre, combatiendo gestos y actitudes egoístas e intolerantes.

La solidaridad está basada en el respeto y la empatía para comprender que los demás necesitan de nuestra colaboración o apoyo, y no solamente es necesario entenderlo sino llevar a cabo acciones que se puedan integrar en el desarrollo vital de cada persona. Esto comienza desde que nacemos, aprendiendo pequeños gestos que van conformando el valor de la solidaridad. Cuando nos damos cuenta del impacto que generamos, la sensación de ayudar y hacer felices a los demás es capaz de hacernos sentir plenos y realizados.

Uno de los motores de la fundación es mantener una visión solidaria, desarrollando proyectos enfocados a la mejora de la calidad de vida y bienestar de aquellos que necesitan recursos y no pueden acceder a ellos.

Inés Babío

Psicóloga y Logopeda

Inés Babío

Psicóloga y Logopeda

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