Ir al contenido principal

A priori, podemos pensar que son conceptos iguales o que se diferencian en muy poco, pero si buscamos en el diccionario vemos que, aunque la finalidad es la misma, el proceso es diferente.

«Elegir» es aquello que hacemos guiados por el corazón, aquello que realmente queremos hacer. En cambio, «decidir» es pararnos a pensar en qué es conveniente para nosotros antes de tomar una decisión.

Por tanto, sí, nos encontramos ante el mítico dilema: ¿corazón o cabeza? Si cerramos los ojos y hacemos memoria, ¿cuántas cosas hemos dejado de hacer porque pensábamos que no era lo correcto?, o dicho de otro modo, ¿cuántas cosas hemos dejado de intentar porque la razón

ganaba al corazón? A veces es complicado priorizar y elegir lo que verdaderamente queremos, incluso hay ocasiones que nos saboteamos creyendo que nuestra elección es peor que nuestra decisión.

Después de todo esto, de todas las elecciones y decisiones que hemos tomado, ¿cuántas han sido las acertadas?, ¿cuántas han sido sanas y realmente estábamos dando un paso más para ser feliz? Para poder responder a estas preguntas, tenemos que echar la vista atrás y ver en qué situaciones le hemos dado el timón a la mente y hemos dejado que ella dirija el barco, creyendo que esta será la mejor manera de avanzar en la vida.

De acuerdo, entonces si dejamos que nos guíe la razón evitaremos equivocarnos y sentir que hemos fracasado, pero…¿qué es fracasar? En la actualidad, nos encontramos ante unos estándares de vida en los cuáles necesariamente tenemos que tener éxito en todos los ámbitos de nuestra vida: en el trabajo, en nuestra familia, en el amor, con nuestros amigos… Fracasar es no cumplir con las expectativas que nosotros mismos nos creamos, en base a la decisión que hayamos tomado.

Sin embargo, cuando elegimos no pensamos tanto en las consecuencias, sino en cumplir aquello que deseábamos hacer realidad.

Pero oye, no todo va a ser tan bonito. No sé tú, pero yo no conozco a nadie que vaya por la vida sin pensar con cabeza absolutamente nada. Y es que ir a lo loco, solo con el corazón, da un poco de miedo. Sobre todo, miedo de rompernos y no ser capaces de repararnos y salir adelante, miedo a equivocarnos y que no haya vuelta atrás.

Por ello, dejamos a la mente que decida sobre nuestra vida, creyendo que así habrá menos probabilidades de equivocarnos, pero…¿qué pasa si el corazón no está de acuerdo? Que nos encontramos ante un duelo de titanes en nuestro interior, una guerra interna donde ninguno da con la solución y al final ganará el que sea más fuerte, pero no siempre significa que vaya a ser el correcto.

Corazón o cabeza, cabeza o corazón… ¡qué indecisión! Si elegimos el corazón, seremos de aquellos que se dejan llevar y en sus planes no está decidir, sino elegir. Y personalmente, lo prefiero. Elegir con aquello que tenemos en el pecho hacia lo que realmente queremos, con honestidad y sin quedarnos con las ganas de saber qué hubiera ocurrido de no haberlo hecho.

Dejarse llevar no es fácil, pero realmente solo tú puedes saber y elegir lo que te hace feliz. Y no, nadie va a hacerlo por ti. ¿Quieres lanzarte?, hazlo. ¿Quieres parar?, hazlo. Nadie sabe qué es lo correcto para ti, excepto tú mismo. Intentemos tener menos dudas y menos reproches, porque la vida no es tan compleja, sino que muchas veces nos la complicamos. La vida puede ser más fácil y más bonita de lo que llegamos a pensar y está en nuestra mano disfrutarla como queremos.

 

Sara Villafranca

Psicóloga

Sara Villafranca

Psicóloga