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Hoy, con motivo del Día Mundial de las Madres y los Padres,  me gustaría hablaros de los errores más comunes que cometemos los padres en la crianza de nuestros hijos.

Los padres tenemos una labor de crianza y de educación para con nuestros hijos que, muchas veces, se nos hace dura y tediosa. Nos basamos en nuestra propia experiencia como hijos y, es verdad que, aunque nos educaron a la mayoría con mucho cariño, nuestros padres no tenían toda la información que tenemos ahora. Ellos seguían un estilo de crianza acorde con el contexto, con lo que se estilaba en aquella época y bueno… todos sabemos que algunas de esas pautas o estilos educativos no eran los más adecuados, tanto por exceso como por defecto.

Ahora, no es que nazcan con un libro de instrucciones debajo del brazo, pero las cosas como son: tenemos mucha más información y sabemos más cosas (a veces esto no nos deja utilizar el sentido común, pero esto es otro cantar). Lo que ocurre es que tenemos que lidiar con la decisión de seguir las pautas educativas que conocemos (con las que nos han criado) o seguir las pautas “modernas” y decimos: “pues hombre, tan mal no he salido y a mí me educaron así” y sí, podrías tener razón si viviésemos en los años 80´, pero es que el contexto donde se está desarrollando tu hijo, no es el mismo donde te criaste tú y por eso muchas de esas pautas no funcionan; también ocurre que tu traes unas pautas y tu pareja otras y ¡menudo lío para llegar a acuerdos y combinar las de tu casa y las de tu pareja!

El caso es que he decidido hablar hoy, no de lo que hay que hacer sino de lo que solemos hacer mal, los errores que casi todos cometemos o hemos cometido alguna vez con las soluciones correspondientes. Ahí van:

1.- No quieres, pero sin saber cómo, te acabas enfadando, gritando, regañando… No sabes cómo hacer para que te hagan caso sin tener que perder los nervios. Además, es que a veces esto funciona (otras no) entonces te genera la falsa sensación de que alzando la voz, van a obedecer y, sin querer, ya lo pides todo con un tono autoritario (no vaya a ser que esta vez no funcione). Con esto ocurre que ellos no saben qué pasará hoy y tú vives eternamente estresada siendo “la mala de la peli” (aquí hablo en femenino porque sí, las madres solemos desempeñar más este papel).

2.- Los mandas a la silla o rincón de pensar para que se apacigüen, piensen y se calmen. En el mejor de los casos lo hacen, pero en el fondo, comienza a aparecer en ellos un sentimiento de abandono y/o rencor interno porque no se les está dando cabida a sus sentimientos, no se les está dejando expresarlos. Esto a la larga tiene un precio. Si la ira está dirigida contra ti, lo que necesita es saber que estás ahí, a su lado, observándolo, sin dejarle sólo, sin pedirle imposibles para él en ese momento (que se calme, que no grite desde nuestra propia ira o enfado). Aunque esté mostrando sentimientos muy negativos, demuéstrale que eres capaz de verle y entenderle con compasión aunque te mantengas firme en poner límites claros de protección y convivencia. Y sólo hay que actuar cuando el niñ@ se esté haciendo daño a él mismo, a las cosas o a los demás, pero si no es así, no. Y en lugar de pedirle que se calme, eres tú quien tienes que calmarlo regulando tus propias emociones con tu energía y con comunicación con conexión y manteniendo los límites muy claros. Lo que no se puede validar, no se valida. Y en lugar de insistir en que te hagan caso una y otra vez (que lo único que vas a conseguir es perder los nervios), actúa con calma. A la primera vez que no haga caso, dile con absoluta tranquilidad cuales son las únicas opciones que tiene  (no pierdas tiempo justificando y explicando) y las consecuencias lógicas de su elección y pídele que escoja. Si esas consecuencias se expresan con una energía de rabia, lo van a percibir como un castigo, pero si las consecuencias tienen que ver con lo que está pasando y se ponen con calma, son consecuencias lógicas y no les va a llegar como un castigo o como agresividad por tu parte.

Ejemplo:

– O apagas el ordenador y vas a poner la mesa y vienes a cenar…

– O la pongo yo y vienes a cenar. Pero si yo tengo que acabar poniendo la mesa, tendré que desconectar internet hoy y mañana, ya que no voy a poner la mesa cada día por ti, por culpa del ordenador. Y pasado mañana veremos si realmente desconectas el ordenador cuando toca. Mira, escoge porque no voy a permitir que se retrase la cena y os vayáis a dormir tarde. ¿Qué quieres hacer? ¿Apagas el ordenador y vienes o pongo la mesa yo?.

3.- Con mucho cariño y por su bien le dices lo que esta mal, lo que está bien, lo que debe hacer, le aconsejas, esperando que así reflexione, recapacite y cambie su actitud. Pues mira, así sólo se sentirá erróneo por reaccionar y aumentará su enfado y te pedirá distancia porque no estás validando esa emoción, la estás reprimiendo. Y no va a tener la corregulación que necesita en ese instante contigo.

Y, en lugar, de mil justificaciones lógicas que a ti te parecen (y que entonces te estás adelantando), es mejor hacerle sentir que entendemos su frustración y validamos su deseo, aunque no validamos los actos que deben limitarse.

Ejemplo:

  • Tienes que estar muy enfadada para haberle dicho esa barbaridad a tu hermana.

Fijaos que aquí se está validando su enfado por lo que ha pasado y eso está bien, se puede uno sentir enfadado, pero no se está validando el insulto. Ella no se siente errónea por estar enfadada y haberle dicho eso a su hermana sino que le ayudas a mirar hacia dentro y lo que está sintiendo.

Ayúdale a conectar con lo que siente y necesita. Replantea el problema sin preguntar, sino describiendo sus emociones para que se entienda, para que las emociones se gestionen. Sugiere como mucho a través de tus propios sentimientos:

  • A mi me enfadaría mucho que mi hermana me hubiera roto eso. Tienes que estar muy dolida.

A partir de aquí, ella misma llegará a la conclusión que tú quieres que llegue y si no llega, ella misma se está escuchando. Ya llegará porque esto también depende de la edad que tenga.

4.- Aconsejas e intentas solucionar las cosas rápidamente. Esto que acostumbramos a hacer los padres porque sentimos que es nuestro deber y estamos ahí para ayudar a nuestros hijos, lo que hace es hacerles sentir ineptos, crea dependencia o se rebelan o se sienten invadidos, limitados. En cambio, cuando los conflictos se resuelven conectado con lo que sienten, desean y necesitan, la confianza en sí mismos crece y además les es más fácil asumir las responsabilidades por sus decisiones. Así aumentará su autoestima, seguridad y confianza. Si tú eres el que tomas las decisiones siempre y aconsejas siempre, tú tendrás la culpa de todo lo que pase y no ayudas a que se equivoquen y aprendan de los errores. Este es un error muy sutil, los padres no nos damos cuenta porque creemos que es nuestra obligación, que es de ser buen padre hacerlo, pero no, que va, no tiene nada que ver.

Y ya está, estos son los más habituales, ¡que tampoco quiero que penséis que estamos  todo el día metiendo la pata!; al revés, solemos hacer casi todo bien. Y para corregir este tipo de cosas sólo hay que poner interés, constancia, coherencia y una ayudita de las psicólogas de la Fundación Neuron ;·)

Irene Candelas

Psicóloga Familiar

Irene Candelas

Psicóloga

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