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Cuando hablamos de acoso escolar, o bullying , es fácil que nos venga a la cabeza la clásica imagen de los niños “malos” que se meten con el más débil. En esas situaciones es relativamente sencillo identificar cuándo se está produciendo una situación de acoso. El gran problema viene cuando estas escenas no son tan evidentes y nadie es capaz de identificarlas. Por esa razón, este texto no trata sobre las señales a las que estar atentos o cuál es el protocolo de actuación a seguir, sino que se enfoca desde la prevención. Parto de la premisa de que el colegio, junto con el hogar, debe ser un sitio completamente seguro para los niños.

Por desgracia, en ciertas ocasiones se convierte en todo lo contrario.

Como adultos (padres, profesores…) es nuestra responsabilidad prestar atención a cualquier indicio de que algo está sucediendo, así como actuar de manera inmediata. Sin embargo, no siempre es tan fácil darse cuenta. Por eso, la lucha contra el acoso escolar va de la mano del trabajo con los niños para que se expresen. Es fundamental que aprendan a comunicar sus emociones y pensamientos, así como a ponerle nombre a las cosas que les ocurren. Los niños suelen transmitirnos sus vivencias en términos dicotómicos (bueno-malo, triste-contento…), no tienen todavía capacidad para discernir ni matizar. Por eso es vital transmitirles una educación que fomente la comunicación sin juicios, para que puedan desarrollarse de manera íntegra y encontrar el equilibrio tanto con ellos mismos como con los demás. De esta manera estaremos favoreciendo que se sientan libres de contarnos cualquier cosa. Estimular la comunicación (del tipo que sea) permitirá a los niños tener las herramientas para contar cuándo no entienden una situación o cuándo se están sintiendo mal, entre otras cosas.

Por otra parte, en relación con lo anterior, nosotros debemos acostumbrarnos a llamar a las cosas por su nombre. Aunque sean niños, si tendemos a dulcificar y justificar en exceso los sucesos desagradables (por tratar de quitarle importancia y protegerles) podemos acabar consiguiendo un efecto opuesto al que queremos. A veces es difícil entender este aspecto, pero un truco es pensar en qué le diríamos a un adulto ante una situación de malestar o injusticia. ¿A que cambiaría el mensaje? Cuando crecemos en un modelo de esas características, es más probable que el aprendizaje tienda hacia la sumisión. Es decir, que crezca una persona a las que le cuesta decir que no, que acepta cualquier situación por complacer o que siente culpa cuando tiene que mostrar enfado o descontento. En el futuro esto se traduce en adultos con baja autoestima y mucha inseguridad, pero sobre todo, que aceptan inconscientemente situaciones que son intolerables.

Una de las mejores armas que tenemos para luchar contra el acoso escolar es la educación. ¡Utilicémosla!

Inés Babío Segura

Psicóloga y Logopeda

Inés Babío

Psicóloga y Logopeda

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