Ir al contenido principal

Frustarle o no frustrarle ….¿he ahí la cuestión?

 

Como por casualidad, de una manera inesperada, estos días he estado frente a casos clínicos de peques con muchas rabietas, postvacacionales, con dificultades para controlar su enfado.

Además, lo que lo hace más curioso, varias amigas me han comentado que no saben encontrar el límite de la presión o del fin de la batalla cuando sus pequeños les enfrentan, como padres, a uno de los mayores desafíos: los límites y las rabietas.

Ha de quedar claro que soy una gran enemiga de generalizar-Por el contrario, soy firme defensora de conocer los casos concretos, charlar con las familias y adaptar las pautas a cada mamá, papá, peque o abuelo.

Aun así, me voy a atrever a daros un pequeño consejo que nos sirve como regla general en, prácticamente, cualquier caso de rabieta o desafío que se nos haya podido ir de las manos:

 

EL ABRAZO

 

Los abrazos tienen un poder calmante, no solo a nivel emocional si no a nivel conductual y neurológico.

Los abrazos aportan la calma y el límite que el pequeño necesita cuando sus emociones se han desbordado. Los abrazos nos llevan a un momento de recogimiento mental, a ese «aquí y ahora» que necesitamos para recomponernos.

¿Es el abrazo incompatible con el límite o el motivo de la gran rabieta? ¿Si abrazamos concedemos? Rotundamente NO.

Si abrazamos concedemos un momento de PAZ, de volver a ser yo, de que el peque vuelva a ser él; pero la causa de ese malestar sigue estando ahí y hay que reconducirlo.

Pero, ¿cómo lo hacemos? Después de ese abrazo calmante, ¿volverá a enfadarse si saco el tema otra vez?

Vayamos al mundo de los adultos un minuto para empatizar con esa sensación…

¿Quién no ha tenido un mal día y ha terminado discutiendo con su jefe, pareja, amiga, amigo …? Vayamos a esa imagen de nuestra última disputa… ¿Estamos? PERFECTO. Ahora, …en el momento mas álgido de la discusión, en el clímax del enfado, ¿soy capaz de aguantar que mi jefe, pareja, amigo, etc. intente solucionar algo? Y si lo intenta, ¿no sube más la escala de agresividad verbal y de tensión? En algunas ocasiones llegando a ser arrastrados por el enfado extremo y ser poseídos por la ira, momento en el que decimos cosas que no pensamos o no debemos decir de esa forma ni en ese lugar y momento.

Imaginemos, por un momento, que en ese clímax de enfado, mi pareja me abraza sin decir nada, solo esperando que me calme. O mi jefe me da un rato de escape para respirar hondo con su mano en mi hombro. O mi amiga sonríe y explotamos en carcajada de tensión juntas.

En ese momento, en el que la tensión baja, ¿verdad que nos cambiamos las gafas con las que vemos la situación y no parece tan desesperante como el minuto anterior?

Ese es el momento que hemos de encontrar con nuestro hijo. El momento en el que ha bajado su enfado y mediante el diálogo firme pero cálido, conseguimos transmitirle que no es el momento de conseguir eso que tanto desea.

Un segundo consejo, de regalo: con humor todo se ve de otro color. La risa de un padre consigue derretir el hielo del corazón de su hijo. E, indiscutiblemente, viceversa…

¡Disfrutad estimulando neuronas!

Sandra Martínez García

Neuropsicóloga

Sandra Martínez

Neuropsicóloga

Deja una respuesta