“Que bipolar soy, he cambiado de opinión tres veces en lo que va de día”
“¿Qué te pasa? Hace un rato estabas triste y ahora contento de repente, ¿eres bipolar?”
Alejado de la opinión popular…no, que alguien cambie rápidamente de humor o de opinión no significa que sea bipolar. Desafortunadamente, alrededor de los trastornos psicopatológicos hay una nube densa que, aunque poco a poco se va diluyendo, representa un gran estigma y numerosos prejuicios que inundan a las personas que los padecen.
Los síntomas de los trastornos “mentales” son de por sí muy difíciles de procesar, puesto que causan mucho sufrimiento y son disfuncionales para las personas. Recibir un diagnóstico de “Trastorno Bipolar Tipo I” (por ejemplo) es, por tanto, muy limitante. Los síntomas ya estaban ahí, solo que ahora tienen un nombre que arrastra consigo un poder totalmente estigmatizante sobre las personas que lo reciben.
Para entender cómo funciona este trastorno hay que hacer referencia a periodos de manía o hipomanía. Grosso modo, la manía se caracteriza por un estado de ánimo muy elevado que incluso puede presentar síntomas psicóticos. La gente que lo experimenta se siente superior e invencible. La hipomanía sería algo parecido, un poco menos intenso y sin síntomas psicóticos. Y se puede pensar que sentirse así no es algo tan “malo”. El problema es que esto nunca viene solo. Antes o después acaba llegando un periodo de depresión que desestabiliza mucho a las personas que lo sufren.
Los tipos y criterios diagnósticos se pueden consultar en muchos sitios, pero sí es importante saber que estos episodios duran mínimo entre 4 días/ 1 semana o más. No varía por horas y lo habitual es que las personas se pasen muchos años deprimidas, experimentando de vez en cuando esos episodios de “euforia” que luego les devuelven a una realidad de tristeza y soledad.
La terapia psicológica y los psicofármacos juegan un papel fundamental en la evolución y recuperación de las personas que sufren un trastorno bipolar. El acompañamiento terapéutico no se enfoca en “curar” sino en que los pacientes aprendan a detectar aquello que “dispara” los síntomas, comprender y mejorar su funcionamiento y abordar las dificultades.
Al final se trata de que tanto profesionales como sus círculos cercanos les brindemos herramientas para poder surfear esas olas que van y vienen a lo largo de su vida.
Inés Babío
Psicóloga y Logopeda