Ir al contenido principal

Por Sara Villafranca
Psicóloga


No siempre nos rendimos porque no nos importe, a veces nos rendimos porque sentimos que no podríamos con otra decepción.

¿Cuántas veces has dicho “bah, da igual” con los hombros encogidos, fingiendo que algo no te afecta?
Y sin embargo, dentro de ti, algo sí se movía.
Un pellizco. Una pequeña tristeza. Una rabia que no termina de explotar.

Ese gesto —rendirse antes de intentar, soltar antes de tocar, decir no me importa cuando en realidad sí—
es más común de lo que pensamos.
Y no es una señal de apatía. Es una forma de protegerse.


Cuando renuncias antes de tiempo (y ni tú sabes por qué)

A veces no es falta de interés.
Es la conclusión silenciosa a la que llegas después de tantas veces en las que:

  • Te ilusionaste… y no salió.
  • Te esforzaste… y nadie lo notó.
  • Te abriste… y te hicieron daño.

Entonces aparece una frase que lo tapa todo: “Ya me da igual”.
Pero en realidad, no es indiferencia. Es una forma de anestesia emocional.
Una forma de no sentir tanto. Porque sentir te ha dolido.

En “No siempre podemos con todo”, hablaba de esa presión constante por tirar del carro incluso cuando no tenemos fuerzas. A veces, decir “me da igual” es justo eso: el cuerpo bajando la persiana antes de colapsar.


La falsa calma de evitar la emoción

Cuando te acostumbras a no esperar nada, parece que nada puede decepcionarte.
Y eso, a ratos, da paz.
Pero a largo plazo… también te deja vacío.

Porque cuando finges que nada te afecta, también te alejas de lo que sí te hace vibrar.
Cuando aprendes a no ilusionarte por nada, te cuesta emocionarte por algo.
Y así, la vida empieza a sentirse plana. “Tranquila”… pero sin sabor.


No es resignación, es miedo a volver a intentarlo

Lo que hay detrás de esa renuncia muchas veces es:

  • Miedo al rechazo.
  • Miedo a fracasar otra vez.
  • Miedo a que te vuelvan a hacer daño.
  • Miedo a sentir que no eres suficiente.

Y con tanto miedo acumulado, decides cerrar antes de tiempo. No por cobardía, sino por cansancio emocional.
Lo entiendo. A muchas personas les pasa.
Pero cerrar antes de tocar también te impide comprobar si, esta vez, era diferente.


¿Cómo empezar a desmontar esa coraza?

🔹 Pregúntate si realmente te da igual
¿Es verdad que no te importa… o es una forma de no esperar nada?

🔹 Habla con alguien que te escuche sin juzgar
A veces, decir “me decepcionó no entrar” en voz alta ayuda a liberar lo que no podías admitir ni contigo mismo.

🔹 Permítete sentir aunque no puedas resolver
No hace falta tener un plan para poder llorar, frustrarte o estar triste. Sentir ya es avanzar.

🔹 Haz pequeños movimientos valientes
No tienes que abrirte en canal. Puedes empezar por escribir eso que callas. O decir “me afectó más de lo que pensaba”.

También puedes leer “¿Elegir o decidir?”, donde reflexiono sobre cómo a veces tomamos decisiones desde el piloto automático emocional, sin revisar qué sentimos de verdad.


Conclusión: rendirse no siempre es el final… a veces es el principio

A veces, decir “me da igual” es todo lo contrario a rendirse:
es una forma de proteger lo poco que queda entero.

Pero también puedes revisar esa frase.
Puedes mirar qué hay detrás, sin prisa, sin presión.

Porque tal vez no sea el momento de hacer grandes cosas.
Pero sí de reconocer que algo te duele.
Y eso, créeme, es el comienzo de algo importante.

Sara Villafranca

Psicóloga