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¿Realmente es un problema emocional o es el entorno el que abruma?

Pongámonos en esta situación. Estás en un concierto, la música está a todo trapo, las luces son cegadoras y, para colmo, la gente no para de empujar sin parar. Si alguien se te acerca con toda la calma del mundo y te dice:

“Respira hondo y relájate”

¿Crees que te ayudaría? Probablemente no.

Si tu malestar viene de la sobrecarga sensorial, la solución no está en “gestionar tus emociones” sino en reducir la cantidad de estímulos que están saturando tu sistema nervioso.

Para algunos, esto es algo puntual que ocurre en momentos como un concierto o las discotecas, pero para otros es su día a día: al ir a la escuela, al salir a la calle, comiendo con la familia, de compras…. Esta es la situación para muchas personas neurodivergentes, especialmente para aquellas con trastorno del espectro autista (TEA) o trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

¿Cuántas crisis autistas se interpretan como un problema de regulación emocional cuando en realidad son una respuesta a una sobrecarga sensorial?

En este blog se hablará de cómo esta desconexión entre la percepción sensorial y la regulación emocional ha llevado a que muchas situaciones sean malinterpretadas, y qué podemos hacer para remediarlo.

 

¿Regulación emocional o saturación sensorial?

Cuando un niño tiene una crisis, la reacción más común es pensar: “está frustrado, enfadado o no sabe gestionar sus emociones”. Y aunque esto puede ser cierto en algunos casos, muchas veces el origen del problema no está en la emoción en sí, sino en el entorno que ha sobrecargado sus sentidos.

¿Qué es la sobrecarga sensorial?
Es lo que ocurre cuando el cerebro recibe demasiada información sensorial a la vez y no puede procesarla adecuadamente.

  • Demasiado ruido
  • Luces brillantes o intermitentes
  • Olores fuertes
  • Etiquetas de ropa irritantes
  • Muchas personas hablando al mismo tiempo

Para alguien con una hipersensibilidad sensorial, esto se puede sentir como un bombardeo de estímulos que el cerebro es incapaz de controlar. El problema está en la percepción, y no en la emoción.

 

Cuando el entorno sobrecarga al cerebro

  • Caso 1: “Se enfada cuando vamos al supermercado”
    Un niño entra en un supermercado lleno de luces blancas brillantes, música de fondo, personas hablando, carritos chocando y un sistema de ventilación que emite un zumbido constante en lo alto. Se tapa los oídos, empieza a moverse inquieto y de repente estalla en una crisis.
    – Diagnóstico erróneo: “Tiene problemas para controlar su frustración.”
    – Realidad: Su sistema nervioso está colapsando por la sobrecarga sensorial.

 

  • Caso 2: “No quiere comer en la mesa con nosotros”
    Un niño con hipersensibilidad auditiva se pone tenso cada vez que la familia se sienta a comer. El sonido de los cubiertos raspando el plato, la gente masticando y el ruido de fondo de la televisión lo abruman hasta que explota.
    – Diagnóstico erróneo: “Está siendo desafiante.”
    – Realidad: Está tratando de escapar de un entorno que le resulta insoportable.

 

  • Caso 3: “Se tapa los oídos cuando le hablo”
    Un adulto le da una indicación a su hijo y este se tapa los oídos. El adulto cree que el niño no quiere escucharlo o lo está ignorando, pero en realidad, su tono de voz es demasiado fuerte o suena demasiado agudo para su sistema auditivo.
    – Diagnóstico erróneo: “Está siendo desafiante o irrespetuoso.”
    – Realidad: El sonido le resulta molesto o doloroso.

 

¿Cómo cambiar el enfoque de la terapia infantil?

Si el origen de estas crisis no se debe únicamente a problemas emocionales y también se ve influido por una saturación del sistema nervioso, ¿por qué insistimos únicamente en la regulación emocional sin modificar el entorno?

Es como pedirle a alguien que se ahoga que “respire mejor” en vez de sacarlo del agua.

Algunas estrategias que pueden ser más efectivas incluyen:

  • Identificar los desencadenantes sensoriales: ¿Es el ruido, la luz, los olores? Conocer los detonantes ayuda a prevenir crisis antes de que ocurran.
  • Modificar el entorno antes de trabajar en la regulación: Si un niño entra en crisis en un lugar ruidoso, primero hay que buscar reducir el ruido antes de enseñarle técnicas de respiración.
  • Validar el malestar sensorial: No es un “capricho” ni un problema de “actitud”. La hipersensibilidad sensorial es real y puede ser extremadamente angustiante.
  • Proporcionar herramientas sensoriales: Auriculares con cancelación de ruido, gafas de sol, ropa sin etiquetas o espacios tranquilos pueden marcar una gran diferencia.
  • Enseñar regulación emocional desde un enfoque sensorial: En lugar de solo decir “calma tu cuerpo”, ayudar a encontrar qué estímulos le relajan. Algunas personas necesitan presión profunda, otras movimiento, otras sonidos suaves.

 

¿Y si en vez de forzar la adaptación, adaptamos el mundo?

Durante mucho tiempo, la terapia psicológica se ha centrado en hacer que los niños (y adultos) se adapten al entorno, dándole estrategias para aguantar esta sobrecarga.

Pero ¿por qué no intentamos hacer que el entorno sea más accesible en vez de mantener un mundo que no les tiene en cuenta? Facilitemos los entornos donde los niños no tengan que llegar a un punto de crisis.

Reflexión final: ¿El problema es la persona o el entorno?

Cuando una persona neurodivergente entra en crisis, el mundo tiende a preguntarse:
«¿Cómo podemos hacer que se regule mejor?»

Pero quizá la pregunta debería ser otra:
«¿Cómo podemos hacer que no llegue a ese punto en primer lugar?»

Quizá la clave no sea solo enseñar regulación emocional, si no mejorar el mundo para que la sobrecarga sensorial no sea una batalla constante.

Espero que este blog ayude a reflexionar sobre la sobrecarga sensorial y que, poco a poco, el mundo sea más inclusivo. Sabemos Ayudarte.

 

Áurea Franco

Psicóloga y Logopeda

Aurea Franco

Psicóloga y Logopeda